La Medina, los zocos y la Kasbah
Al norte y al este de Jemaa El Fna aparece la parte más típica de la Medina de Marrakech, la que todos esperan encontrar. Es una zona de calles estrechas, con muchos recovecos, abarrotadas de zocos y tiendas –más turísticas que otras cosas- y que se prolonga por el norte hasta la mezquita Ali Ben Youssef y la Madrasa (escuela coránica) del mismo nombre y por el este hasta las puertas de la ciudad.El recorrido es muy difícil para la orientación, por lo que es bueno llevarse un mapa de la medina o, al menos, tomar algún punto de referencia durante el camino. Pero a veces merece la pena dejarse llevar por los callejones sin rumbo fijo disfrutando de los colores y la inmensidad de productos que se exhiben.
Al norte de la plaza, los zocos y tiendas son más turísticos y más surtidos. De vez en cuando aparecerán también pequeñas placitas con puestos en el suelo o improvisados en mesas que servirán para sentir un poco de aire y espacio libre. Esta zona será también la principal cuando vayas a hacer compras de recuerdos o regalos. Al este, aparece una zona de la medina con las mismas características, pero mucho menos turística. Es menos llamativa, pero también interesante para quien quiera ver tiendas locales y la vida real de Marrakech.
Al norte de la Medina, después de atravesados todos los zocos, aparecen una zona de atractivo turístico con la Mezquita de Alí Ben Youssef, la Madrasa del mismo nombre y el museo de Marrakech. A la mezquita, como en todas las de la ciudad, no se puede acceder si no profesas la religión musulmana; pero la Madrasa- la antigua escuela coránica- es uno de los principales monumentos de Marrakech, con sus paredes labradas y su patio interior. Indispensable en la visita. Por su parte, el Museo es una casa restaurada y rehabilitada con un patio cubierto espectacular y la posibilidad de recorrer sus salas, antiguas partes de la casa.
En la parte sur de la Medina se encuentra la Kasbah, otro barrio de calles pequeñas y retorcidas, pero siempre con mucho bullicio. Destaca en él el colorido de los puestos de verduras y pescado por las mañanas y la posibilidad de recorrer sus callejones tranquilamente a pie.
A su entrada, se encuentran la Mezquita de la Kasbah –que estará cerrada bastante tiempo aún por obras, aunque tampoco permite el acceso a los no musulmanes- y, junto a ella, las Tumbas Saadinas, un espacio reducido donde reposan los restos de los sultanes de la dinastía del mismo nombre.
A pocos cientos de metros de la Kasbah, sus miles de gatos callejeros y sus muros poblados de cigüeñas, está también la tranquila plaza des Ferblantiers, donde poder hacer un alto en el camino y descansar, antes de seguir visitando los dos cercanos palacios de Badi y la Bahía, que nos permiten ver cómo eran las mansiones de lujo de la antigüedad.
También, serpenteando por las calles vecinas a la plaza, podemos llegar a los restos de lo que era el antiguo barrio judío de Marrakech, que pese a que vio como parte de su población emigró a otras partes de Marruecos, sigue contando con una sinagoga y restos de los tiempos en los que la ciudad contaba con una importante colonia.
La vida en el interior de la Medina, amurallada en su perímetro, es chispeante, siempre llena de gente en la calle y motocicletas, especialmente a primera hora de la noche, cuando las calles están llenas de luz y de gente. Es una zona viva y con mucho movimiento, aunque también es verdad que resulta caótica y sucia en muchos de sus rincones.